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¡Hasta luego chicos!

The End, el último episodio de la octava temporada de Entourage, puso punto final (o a parte, según se mire) a una de las últimas supervivientes de la generación de oro de la HBO. Los ocho episodios que han compuesto la temporada han sabido a muy poco, poquísimo, pero eso no justifica la sensación amarga que deja su último episodio.

El secreto del éxito de Entourage siempre residió en su espíritu lúdico y peterpanesco. Vincent, E, Drama y Turtle se lo han pasado en grande durante ocho años y nosotros con ellos, y a pesar de que el final de la séptima temporada fue dramático y sombrío, era de esperar que el final de la serie fuese feliz y luminoso. Pero un happy end no es siempre un happy end.

Vincent, el protagonista menos protagonista que de la historia de la televisión, se recuperó sorprendentemente rápido y bien de su caída a los infiernos y a media temporada ya quedó claro que no iban a exprimir demasiado el tema de la redención, sólo lo justo para arreglarles la vida a sus colegas. Crea un telefilm para Drama que probablemente le devolverá a la fama al mayor de los Chase tras su ya lejano Viking Quest, hace millonario a Turtle con las acciones de Avion y provoca la enésima reconciliación de Eric y Sloan. Todo atado y bien atado. Demasiado.

A pesar de que la mayoría de las tramas secundarias estaban solucionadas, The End es un episodio atropellado, y por qué no decirlo, un tanto absurdo. Para empezar, la boda relámpago en Paris de Vince con la recién llegada Sophia sólo tiene sentido como elemento cohesionador que posibilita la reunión de colegas en el aeropuerto. Nada más. Y si bien es cierto que Vincent ya nos tiene acostumbrados a este tipo de actos impulsivos, creo que no soy la única que no entendió que Sophia cayese a sus pies después de resistirse tanto. No cuela.

Por otro lado, la trama de Eric y Sloan no podría haberse resuelto peor. Reconozco que no puedo ser demasiado objetiva porque Sloan no nunca me gustó demasiado como personaje pero es que tantas idas y venidas me hicieron perder el interés, incluso habiendo niño de por medio, porque al final siempre vuelven juntos (y siempre vuelven a romper).

Caso aparte es el de Ari y su mujer (y en esto tampoco puedo ser objetiva porque el señor Gold me tiene robado el corazón). Como Eric, Ari se ve obligado a renunciar a su trabajo para ser feliz, ¿pero era necesario? Definitivamente no (y tampoco lo era el momento Il Divo junior). Como golpe de efecto está bien pero todos sabemos que la cabra tira al monte y que Ari, tarde o temprano, acabará aceptando la jugosa oferta que recibe durante su retiro y volverá al ritmo endiablado de trabajo de antaño. ¿Cómo podría Ari resistirse a convertirse en Dios?

Con este panorama, no cuesta demasiado imaginarse por dónde van a ir los tiros en el futuro film que pondrá (esta vez sí) punto final a la serie aunque en el fondo da un poco igual. Lo importante es que nos volveremos a reencontrar en un futuro no muy lejano con la pandilla y pero espero que no se acabe convirtiendo en un ejercicio decadente como el de Sex and the City. Eso sí, puestos a pedir, quiero para ya un spinoff protagonizado por Ari y su inseparable Lloyd trabajando en lo que sea. No puede ser que se pierda semejante pareja cómica.